LOS RITOS DE DUELO DURANTE LA PANDEMIA COVID-19
Los ritos han servido desde
tiempo inmemorial para elaborar y dar reconocimiento y apoyo social a las
emociones positivas y negativas, bodas, ritos de paso y funerales.
El duelo es el conjunto de
reacciones de tipo físico, emocional y social que se producen por el
fallecimiento de una persona próxima (Echeburua 2007)
Los rituales de duelo, como el
velatorio, el funeral y el entierro ayudan a las personas a aceptar el hecho de
la muerte del ser querido, les aportan el soporte emocional a través de la
compañía de amigos y familiares y les facilita un escenario donde canalizar las
emociones y en la que cualquier muestra de dolor es aceptable y entendible.
Pero ahora son imposibles. Nos hemos quedado sin los modos conocidos de
despedirnos y nadie nos ha enseñado a encontrar otros.
Los psicólogos sabemos que la
ausencia de despedida es un factor de alto riesgo para el desarrollo de duelos
patológicos como ocurre en las desapariciones, los naufragios y en las
catástrofes ya que dificultan la aceptación de la muerte del ser querido o se
puede llegar a tener la sensación de no creer que haya fallecido.
En el caso del COVID-19 Nos
angustia pensar que nuestros seres queridos han muerto solos, no poder
acompañarles en esas circunstancias y no poder abrazarnos entre nosotros,
consolarnos y llorar juntos, y celebrar los ritos de despedida, sean estos
religiosos o no. En medio de esta emergencia hay que intentar ayudar a
solventar estar situaciones y aportar ideas para la realización de rituales
durante el confinamiento. Cuando esto pase será el momento de celebrar
conjuntamente las ceremonias aplazadas.
Lo primero darse cuenta de que no
han muerto solos, en todo momento ha habido sanitarios a su alrededor,
trasmitiendo cariño y dedicación y ellos han sido conscientes de que en las
circunstancias excepcionales que nos rodean, el aislamiento de familia, amigos
y conocidos, y la labor de estos profesionales sin recursos y sin medios, que
han dejado sus propias familias en casa para intentar salvarles, son todos
actos de amor.
Cuando se conoce o se trasmite la
noticia de la defunción es normal que haya crisis de llanto o expresiones de
dolor, si no hay posibilidad de que la persona se haga daño a sí misma, dejar
que salgan las emociones, bloquearlas solo provocaría aumentar la angustia. Si
no hay crisis de ansiedad no se debe embotar el dolor con ansiolíticos o
hipnóticos.
Escribir una carta dirigiéndonos
a la persona que hemos perdido y volcar en ella todo lo que nos habría gustado
decir si no hemos tenido ocasión de hacerlo o nuestros sentimientos hacia ella
y las cosas que nos ha aportado a nuestra vida.
Es bueno elegir una hora para
quedar todos juntos, cada uno desde su lugar de aislamiento y con un objeto que
para nosotros represente a esa persona, un regalo, una fotografía, lo que
sintamos que simboliza lo que era y es para nosotros. Encender una vela y
proceder a rezar en el caso de las personas religiosas o hacer una lectura
elegida para ese momento o poner una canción concreta. Cada persona desde su
casa tiene que ser consciente de que los demás miembros de la familia están
haciendo lo mismo, y que, en la distancia, hay algo más importante que los une,
los sentimientos.
El objetivo es hacer real la
perdida, ya que sin despedidas, se podría entrar en un proceso de negación y
compartir el dolor con los seres queridos, por eso es importante que los actos
elegidos tengan significado para quienes los realizan.
Cuando la epidemia termine se
podrán celebrar ceremonias y darse los abrazos aplazados, pero en estos
momentos debemos adaptarnos a las circunstancias que nos ha tocado vivir. Una
pérdida es una situación muy difícil para cualquiera, en estos tiempos más y es
posible que a pesar de estos rituales terapéuticos pueda desarrollarse un duelo
patológico, en cuyo caso, es recomendable consultar con profesionales e iniciar
una terapia de apoyo y resolución del duelo.