Entrevista para webconsultas
Ana Isabel Gutiérrez Salegui, autora de ‘Consume y calla’

06 de Noviembre de 2014
La
psicóloga Ana Isabel Gutiérrez, experta en trastornos alimentarios, nos
explica en ‘Consume y calla’ cómo podemos combatir la manipulación
publicitaria y llenar nuestro carro de la compra de sentido común.
“Hemos convertido la comida normal en un pecado y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias”
Consume y Calla (Editorial Akal) es el primer libro de Ana Isabel Gutiérrez Salegui, licenciada en Psicología en las especialidades Clínica y Social y del Trabajo por la Universidad de Salamanca, y técnico especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria por la Clínica Didos. Con este minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética intenta desvelar y explicar, con cierto sentido del humor, los trucos a los que recurren las marcas comerciales para alcanzar sus objetivos. En su opinión, la información es esencial para combatir la manipulación, pero también hace un llamamiento a los consumidores para que apliquen su espíritu crítico, y dejen a un lado los complejos y las falsas creencias, para vivir más sanos y felices consigo mismos.
¿Cómo surge la idea de escribir un libro contando algunas verdades sobre alimentación y cosmética?
Efectivamente, tú lo has dicho, ‘algunas’; si quisiera contar todas,
este libro se habría convertido en una enciclopedia. Llevo 20 años
trabajando con personas afectadas por distintos trastornos alimentarios,
también imparto clases de postgrado a Enfermería, y cuando descubres
que tanto tus pacientes como muchos profesionales no sólo están
desinformados, sino que están perjudicando su salud y su economía
siguiendo mantras falsos inculcados por la publicidad, decides que no
puedes combatir los mitos erróneos uno por uno y te pones a escribir. Y
puestos a intentar enseñar es mejor hacerlo con el mayor sentido del
humor posible; el libro es una sucesión de pequeñas collejas para que la
gente reaccione.
¿Qué pretendías con la publicación de ‘Consume y Calla’?

La única pretensión era inducir a abrir los ojos, para que la mayoría de los consumidores se diera cuenta de hasta qué punto les “están tomando el pelo”. “Eres gordo, tienes que prevenir, compra mi producto”, nos pasamos la vida escuchando mentiras tóxicas y esto, que puede parecer una tontería, a nivel de salud no lo es, ya que muchas personas piensan que por tomar determinados alimentos funcionales o suplementos ya tienen cubiertas sus necesidades nutricionales y descuidan aquellos hábitos que sí les ayudarían a prevenir. Sin contar con que hay productos que son auténticas bombas contra la salud, como los que predican 0% de grasa y esconden cantidades ingentes de azúcares, o viceversa.
Es fundamental que la gente recupere el espíritu crítico y reflexione sobre por qué, si todos esos productos son tan saludables, tenemos unos índices que rondan el 40% de sobrepeso y obesidad, tanto infantil como adulta, y las enfermedades crónicas que afectan a la mayoría de la población, como diabetes, hipertensión o colesterol alto, están relacionadas fundamentalmente con nuestros hábitos alimenticios. A lo que hay que añadir lo enfermizo que es que la gente no se pueda comer un pincho de tortilla sin sentir culpabilidad. Estamos obsesionados, hemos convertido la comida normal en un pecado, y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias. ¿No es un tanto demencial?
La sociedad parece estar un poco ciega, no es que no
pueda ver, es que no quiere. ¿Crees que has conseguido el objetivo que
te habías planteado con este libro?
“La inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria)”Mucha gente que ha leído el libro me dice después “ya no me creo los anuncios” o “he aprendido a entender las etiquetas nutricionales”. La verdad es que teniendo en cuenta que es el primer libro que escribo me ha sorprendido gratamente el revuelo que ha causado, que revistas como National Geographic escriban un reportaje sobre él, o que haya salido en más de cien medios entre televisión, radio y prensa, y no sólo en nuestro país, me dice que hay un gran colectivo de gente a la que le interesa el tema y quiere aprender, formarse e informarse. La acogida ha sido muy buena, y ver como las personas que lo han leído lo recomiendan a su vez en foros de debate me hace pensar que una parte se ha logrado.
En Consume y Calla haces una radiografía
del comportamiento del consumidor y de sus valores actuales ¿Ha habido
algo que te haya sorprendido descubrir?
“Hay que cambiar el criterio; he visto a mucha gente llegar a una consulta y decir quiero estar delgado, a casi nadie quiero estar sano”Después de 20 años de ejercicio hay pocas cosas que me sorprendan, pero te garantizo que al lector sí, cuando vea el descaro con el que las empresas sortean la ley, cuando se ve reflejado en conductas que vistas desde una perspectiva externa son absurdas, y cuando racionaliza verdades que no son tales pero que así se las han vendido, se queda anonadado.
Si nuestros abuelos levantaran la cabeza y nos vieran pensarían que nos hemos vuelto rematadamente locos: pasamos hambre, comemos engendros alimenticios en polvo, vamos a sitios para sudar sufriendo mientras nos gritan, y pedimos préstamos bancarios para que nos quiten cachos de culo. Y tendrían razón. Deberíamos tomar perspectiva, pensar si esta vida nos hace felices, y darnos cuenta de que la esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres.
No sabemos lo que comemos
En base al “somos lo que comemos”, buscamos
alimentos que sean el no va más y que tengan cuantos más componentes
saludables mejor pero, ¿realmente sabemos lo que comemos?
“La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud”Rotundamente no. Cualquier nutricionista de verdad (no esos que se ponen el título después de un cursillo online de diez horas) te diría que cualquier fruta tiene muchísima más cantidad de vitaminas y fibra que los alimentos funcionales, también te diría que la cocina tradicional basada en la legumbre, en la verdura, en la hortaliza y en el aceite de oliva, es mil veces más saludable que tomar suplementos de cualquier tipo, y que el pescado, la carne, los huevos y la leche deben ser nuestra fuente de proteínas y no polvos de “vete a saber qué”.
Las voces discrepantes estamos hartas de decir que la inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria). En estos momentos para la industria alimentaria somos conejillos consumidores a los que vender sus productos y, si de vez en cuando aparece un escándalo alimentario, aquí tampoco pasa nada.
Muchos profesionales coinciden con usted en que más
que en la sociedad de la información, en alimentación y salud, vivimos
en la sociedad de la confusión. ¿A qué se debe?
“Hay que volver a quererse y a cuidarse, a darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas”Aquí hay muchos intereses creados, y el principal interés del Gobierno debería ser la salud de sus ciudadanos. Se permiten anuncios engañosos en cosmética y alimentación, publicidad de técnicas curanderiles que repercuten en la alimentación como los test alimenticios con nula evidencia científica, etiquetas nutricionales invisibles e ininteligibles, investigaciones financiadas por las mismas empresas que casualmente arrojan siempre resultados favorables a los productos que vende esa empresa... Si empezamos así, ¿cómo quieren que la sociedad sepa lo que es información veraz y lo que es publicidad? La gente confía en que lo que sale en los medios de comunicación está regulado, y lo está, otra cosa es que se sea muy laxo, por llamarlo algo, en el cumplimiento de esa regulación. Por ejemplo, está prohibido utilizar médicos (o personajes que lo parezcan) en los anuncios de alimentación y productos saludables. ¿A que te suena haber visto más de uno? Pues a mí no me suena que hayan retirado los anuncios.
¿Cuáles son los principales mitos que deberíamos desechar?
Que la delgadez es sana per se; hay delgados con niveles de
colesterol disparados y gordos bastante saludables. También hay que
cambiar el criterio; yo he visto a mucha gente llegar a una consulta y
decir “quiero estar delgado”, a casi nadie “quiero estar sano”. A ver si
aprendemos a priorizar lo importante. Otra es que tenemos que
atiborrarnos de productos milagro, las lentejas ya son suficiente producto milagro. O que las cremas mágicas
nos van a cambiar la cara en un mes; la edad es la edad y hay que
sentirse bella a los 20, a los 30, a los 40 y a los 80. Es enfermizo ver
mujeres de sesenta operándose cada dos por tres intentando parecer
quinceañeras. Como afirmo en el libro, eso es momificación en vivo y
amojamamiento en directo. ¿Qué tal si nos preocupamos de estar sanos y
ser felices?Cómo detectar los engaños publicitarios
Exageración de las propiedades de los productos, verdades a medias… ¿Qué consejos darías para no caer en la trampa?
Un pequeño resumen -aunque para manejarse en la selva del supermercado yo les recomendaría que leyeran el libro, y que lo hicieran lápiz en mano- puede ser:- Detectar los mensajes que contienen las palabras mágicas: natural, tradicional, libre, poderoso, joven, juventud, placer, sentidos, sensorial, vida, salud, saludable, revolucionario, milagroso, nuevo, novedoso.
- No fiarse de los nombres de los productos. La mayoría están buscados para que se piense que “producen determinado efecto” o “poseen alguna cualidad concreta”. Que algo se llame Viveplus o Neurocalm no significa ni que alargue la vida ni que calme las neuronas. ¿A que nadie piensa que porque alguien se apellide Bueno tiene que ser un dechado de virtudes? Pues lo mismo.
- Si no entiende lo que pone, no se lo crea. Una crema lo más que puede prometer es hidratar correctamente, olvídense de las nanoesferas que penetran en las células y activan genes por biomimetismo y demás palabrería pseudocientifica. ¿O no se acuerdan del estudio de la OCU y la crema de tres euros? Pues eso.
- Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Si en algún producto especifica “0% de grasa” busque en la composición la cantidad de azúcares. Si lo que aparece es “0% de azúcares” o “Sin azúcar” busque la de grasas.
- Desconfíe de los que lleven “aceites vegetales”, el que echa aceite de oliva, presume de ello. Y lo cobra.
- Un último consejo, llévense una lupa en el bolso, la van a necesitar si quieren leer la etiqueta nutricional de muchos de los productos.
Expones y explicas diferentes anuncios
publicitarios sobre alimentación y cosmética. ¿Hay alguno en especial
que te resultara alarmante, indignante…?
Montones, y cada día que pasa se incorpora uno nuevo al ranking. En
los anuncios de cosmética realmente te sorprende la cara dura que supone
dar como resultados científicos que “a 20 mujeres les parece que
funciona”, cuando lo que lees en el anuncio es “resultados probados en
el 90% de las mujeres”. Claro que la primera afirmación viene en tamaño
pulga, en una esquina, y con un color, llamémosle… discreto, que no
llame la atención. Pero al fin y al cabo el mayor perjuicio aquí es
económico, y donde realmente te llevan los demonios es con los alimentos
infantiles, que muchas veces son bazofia industrial, y que ponen en
grandes letras “con vitaminas D y E”. Bazofia insalubre con vitaminas. Y
luego nos sorprendemos de que nos lleguen niños de 8 años con
colesterol alto e hipertensión.
La alimentación infantil, ha merecido un espacio preferente en las páginas de Consume y calla.
Padres deseando dar lo mejor y que acaban tomando el peor camino por
estar mal informados. ¿Qué aconsejarías a estos padres? ¿Cuál es el
mejor modo de que nuestros hijos estén alimentados de forma sana desde
que son bebés?
“La esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres”El mejor consejo es intentar recordar qué les daban a ellos de pequeños. Han crecido sanos ¿verdad? Antes no teníamos la epidemia de obesidad infantil que hay ahora; también los niños se movían, jugaban en la calle, y ese es un factor a no descuidar nunca. Pero lo principal es que nosotros sólo teníamos dulces y chuches los domingos y fiestas de guardar, y que las comidas se hacían regularmente y en la mesa. Y aunque no te gustaran las espinacas te las comías, nada de cambiarlas por comida basura. Enseñar a comer a un niño tiene trabajo, pero si empiezas con el ejemplo la mitad del mismo ya lo tienes hecho. Hay que comer con los niños y hay que volver a cocinar. La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud. Sobre todo con los niños.
¿Crees que nuestra forma de vida y una sociedad cada
vez más materialista y obsesionada con la delgadez nos hacen más
susceptibles y débiles?
Nos convierte en personas obsesionadas persiguiendo convertirnos en perfecciones de Photoshop,
que han perdido el placer de disfrutar de la comida, de quererse a sí
mismos, y de querer a sus cuerpos. La desnudez, cuando no es perfecta,
se ha convertido en un tabú. Hay que volver a quererse y a cuidarse, a
darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas.Y, adicionalmente, además de esta sociedad de infelices tenemos un elevado porcentaje de personas que se ponen enfermas y desarrollan un trastorno de la alimentación. Y son enfermedades muy graves, que pueden llevar a la muerte.
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