-Capítulo Psicología y víctimas de la violencia de género: más allá de las heridas, dentro de la obra colectiva La enfermería ante la violencia de género (Ed. Escuela de Ciencias de la Salud, Consejo General de Enfermería y Comunidad de Madrid, 2009)
-Trastornos del comportamiento alimentario: anorexia y bulimia (Ed. Fuden, 1999)
VIDEOS
Libro Consume y calla. Reportaje en La 2 Noticias de TVE, 2014.
Libro Consume y calla. Entrevista en Para Todos La 2 de TVE, 2014.
Libro Consume y calla. Reportaje en La aventura del saber de TVE, 2014.
Libro Consume y calla. Entrevista en La tarde en 24 horas de TVE, 2014.
Discapacidad y dependencia en la infancia. Conferencia en Getafe (Madrid), 2012.
Día contra la Violencia de Género. Conferencia en Getafe (Madrid), 2012.
Presentación del libro La empresa ante las bajas por incapacidad temporal. Madrid, 2012.
Entrevista Violencia de Género. Reportaje en Hola News, 2009.
Curso Violencia de Género. Bilbao, 2007. Reportaje en Teleberri de ETB2.
Curso Violencia de Género. Getafe (Madrid), 2005. Reportaje en Madrid Directo de Telemadrid.
Aunque muchos se la quieren romper. Antonio Arroyo presta dinero al
29% y termina quedándose con las casas de decenas de familias. Varios
juzgados le investigan por estafa. Uno de sus clientes se suicidó. «Yo
tengo corazón», se defiende
DANIEL VIDAL
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Tiene razón Antonio Arroyo en una cosa: «Ningún juez ha dicho que yo
haya estafado». Y eso es verdad. También es cierto que la justicia pisa
los talones desde hace unos años a este prestamista sexagenario, con
cierta voz de pito y aspecto de funcionario fiable, que todavía seguirá
visitando un buen número de tribunales por las denuncias que le ponen
decenas de clientes en toda España. Familias con graves apuros
económicos que en su día, maldito día, firmaron un crédito rápido con
Arroyo y ahora se sienten engañados y estafados por el empresario,
inmerso en el boyante negocio de la financiación entre particulares
desde el año 2001. Está considerado el mayor usurero de este país.
«Yo no soy el rey del préstamo», zanja por teléfono. «¿Que si me he
hecho rico? Me da vergüenza contarle mi situación económica. Sí, tengo
divisas, alguna que otra vivienda y varias fincas por ahí, pero también
tengo los problemas de cualquier empresario», suelta sin dar detalles.
«Y mucho menos soy el rey de la estafa, eso lo tendrá que decir un
juez». De momento se han archivado 40 causas contra él y están
tramitándose «otras 15», según sus propios cálculos. Ni siquiera se ha
sentado en el banquillo. Le han detenido tres veces, pero siempre ha
salido limpio. «Mi abogado soy yo -sonríe el prestamista- y estoy al
corriente de ciertos problemas con ciertos clientes». Uno de ellos,
Javier Rega, acabó quitándose la vida. Se trata de un vecino de Manises
(Valencia) que quiso refinanciar su retroexcavadora y dejó un hijo
discapacitado y una viuda, Ramona Navarrete: «No quiero dar pena, solo
quiero que se haga justicia. Este señor nos estafó».
«Desgraciadamente, este pobre hombre no pudo hacer frente a sus
deudas y lo afrontó de la peor manera. Yo lo siento mucho por él y por
su familia, pero no puedo hacer otra cosa», responde Arroyo. O quizá sí.
«A mi marido ya no me lo van a devolver», se lamenta la viuda, «pero la
denuncia que le hemos puesto ha logrado paralizar el desahucio».
'El patadas'
Todos los afectados por la avaricia de Antonio Arroyo, «que pueden
llegar hasta los 1.500», calcula el abogado de la asociación 'Stop
Estafadores', Carlos Galán, tienen el mismo perfil. «Personas con
necesidades financieras urgentes, con dificultades de acceso al crédito
bancario pero con una vivienda libre de cargas», que al parecer es lo
que siempre busca el empresario de Jaén, al que algunos en Madrid
conocen como 'El patadas' por sus métodos expeditivos y que durante
muchos años trabajó en el Fondo de Garantía de Depósitos del Banco de
España. Todos describen el mismo 'modus operandi': «Una madeja de
mentiras, de medias verdades, de promesas incumplidas, documentos
bancarios falsificados y la presencia final de un notario presuntamente
compinchado acaban envolviendo a la víctima para que firme, en realidad,
un préstamo con garantía hipotecaria -es decir, con su casa como aval-
por un importe muy superior al recibido y con un vencimiento a seis
meses, momento en el que los intereses se disparan al 29%». Entonces, la
deuda se multiplica, el pago se hace inasumible y Arroyo ejecuta la
hipoteca y se queda con la vivienda. «Yo tengo corazón... No me gusta
echar a nadie de una casa», se defiende locuaz el prestamista, que
siempre da la cara: «Ya ve. No soy un fantasma».
Ya, pero usted ha sido el responsable directo del desahucio de medio centenar de familias.
Hay gente a la que hemos llamado 200 veces para negociar y nos ha dado largas.
También ha vendido los derechos de las hipotecas de
otras 300 viviendas. Dicen que quien no coge el teléfono es usted: no
quiere que sus clientes le paguen para quedarse con sus casas.
Eso es mentira. Las casas dan problemas. Por lo general, lo que
quieren los prestamistas es cobrar. No queremos pisos. Yo quiero que me
paguen. A mí me interesa el dinero.
Umberto Jiménez, un vecino del barrio madrileño de Tetuán, divorciado
y con un hijo, ha sido el último en entregar las llaves de su vivienda a
la fuerza después de ponerse en manos de Antonio Arroyo. La historia se
repite en decenas de casos. Rafael, Juan, Teresa, Concepción, Jesús,
Miguel Ángel... «La manera de actuar se ha elaborado durante años por
parte de una trama delictiva perfectamente organizada. Las 60 denuncias
que estamos tramitando son solo la punta del iceberg», alerta el abogado
Carlos Galán. El letrado de Adevif (otra organización
'antiestafadores'), Santiago Landete, también tiene un buen puñado de
denuncias en el horno. «El 'modus operandi' es el de estas personas, que
ahora se han puesto de acuerdo para denunciarme. Antes no me reclamaban
nada. El problema es que muchos de ellos se han visto con dinero, y en
lugar de pagar deudas, se han gastado ese dinero en otras cosas»,
contraataca Arroyo.
Umberto se quedó sin ingresos. «Vi un anuncio en la tele, pedí un
préstamo de 4.000 euros, a pagar 100 euros al mes, y a los seis meses me
llegó una carta en la que me exigían 32.000. Ahora estoy sin casa. Se
ha quedado hasta con mis pantalones. ¡Pero si no le valen, que mido
1.90!». Este vigilante de seguridad en paro, aún con ánimo para bromas,
ni siquiera leyó el documento. «Tenían mucha prisa, me avasallaron, me
fié del notario... y yo quería cobrar, la verdad. Me dijeron que me
enviarían el contrato al correo. Lo único que me llegó fue la carta con
la reclamación». Sin embargo, no solo la cuidada metodología de Arroyo,
la desesperación o el descuido de la víctima juegan un papel clave en
esta historia. Las notarías a las que siempre acudía el prestamista para
firmar los contratos, y que han sido señaladas por todos los afectados,
son factores determinantes a la hora de que las víctimas pasen por el
aro. También han sido investigados y también se han ido de rositas, de
momento. ¿Quién va a desconfiar de todo un señor notario?
«Te sientes un idiota»
«Resulta tan difícil creer que te puedan estafar
ante notario como que te puedan robar en una comisaría o que te pueda
apuñalar una monja», valora la psicóloga Ana Isabel Gutiérrez, que
también analiza el estado de «miedo, estrés, desesperanza y ansiedad» en
el que se encuentran todos los clientes de Antonio Arroyo, así como su
alto grado de vulnerabilidad y, a posteriori, de culpabilidad: «Te
sientes un idiota, incluso la familia te ve como un idiota, pero
nosotros somos víctimas», se sincera Umberto, cuya denuncia acaba de ser
admitida a trámite. Ahora recibe cobijo gracias a la caridad: «Pasar
por esto es muy duro. Te puedes hundir. No me extraña que haya
suicidios. El problema es que, mientras hablamos, probablemente esté
engañando a otra persona. Y donde tiene que estar es en la cárcel».
Seis juzgados de Madrid, repletos de demandas contra el prestamista,
pidieron hace unos meses a la Audiencia Nacional que iniciara una
investigación sobre la presunta trama: «Existen indicios de que los
hechos denunciados son similares y podrían ser constitutivos de un
delito de estafa continuada», argumentó la juez Isabel Durántez. Su
colega Santiago Pedraz, sin embargo, rechazó la petición. Las
asociaciones quieren que los casos se investiguen de forma conjunta
porque «así los jueces tendrán una visión global de la estafa». Arroyo,
al otro lado del 'ring', sigue negando la mayor: «El estafado, muchas
veces, he sido yo».
¿Y clavando un 29% de interés a personas en la ruina, no siente que se aprovecha de la gente?
El Colegio Oficial de Enfermería de
Córdoba está celebrando esta semana el curso sobre ‘Prevención de
conductas de riesgo en el adolescente’, en colaboración con la Escuela
Internacional de Ciencias de la Salud. El objetivo es que los
profesionales inscritos complementen sus conocimientos como agentes de
prevención y detractores de las conductas de riesgo de los adolescentes.
Enfermeras y enfermeros
que siguen esta formación conocerán los principales riesgos que afectan
a los adolescentes en su evolución, experimentando cambios en los
últimos años, pasando de los embarazos no deseados a enfermedades de
transmisión sexual, abusos, alcohol, violencia, adicciones, acoso
escolar o peligros de internet, entre otras cuestiones.
Por todo ello, la
docente del curso, la psicóloga Ana Isabel Gutiérrez Salegui, señala que
“es fundamental que los profesionales aprendan sobre estos riesgos para
poder intervenir desde la figura de la enfermería, tanto la enfermera
asesora de padres como la enfermera en la escuela, y la enfermera en el
centro de salud”.
Para llevar a cabo
tales actuaciones, Salegui apunta que “la metodología es de Educación
para la Salud, entendida como una estrategia estructurada de
intervención que va mucho más allá de las charlas informativas y de las
campañas de sensibilización”.
En este sentido, la profesora recomienda a los asistentes la web www.adolesweb.org,
y dedica además un módulo del curso exclusivamente a los riesgos de
internet, donde los jóvenes con trastornos alimentarios encuentran su
“fuente de inspiración” o donde también pueden sufrir acosos, chantajes y
abusos relacionados con su imagen y sexualidad, tanto por parte de
adultos como de otros adolescentes.
Los especialistas alertan del incremento de afectados por conductas
alimentarias, cada vez más difíciles de detectar. Espido Freire es la
última cara conocida en hablar de su experiencia sin tabúes
Cualquiera que mire las estadísticas relativas a los TCA (Trastornos
de la Conducta Alimentaria) podría pensar que la situación se ha
mantenido estable en los últimos 15 o 20 años, época en la que
comenzaron a ser conocidos por el gran público. Actualmente, se estima
que entre el 1% y el 3% de la población sufre anorexia nerviosa; que
entre el 3% y el 5% padece bulimia y que en torno a un 2% manifiesta lo
que se ha dado en llamar trastorno por atracón (ingesta compulsiva en
episodios que se repiten con cierta frecuencia). Es decir, prácticamente
lo mismo que entonces.
Sin embargo, según el discurso de los especialistas la situación no
es, ni de lejos, halagüeña. «No hay cifras oficiales y no tenemos
porcentajes precisos, pero sí hemos observado que los perfiles de los
pacientes han cambiado mucho y las fronteras entre los diversos TCA se
han difuminado. Los clásicos (anorexia y bulimia) siguen existiendo en
la misma proporción, pero tenemos además que sumar los llamados TCA no
especificados, que en realidad son los que más se diagnostican
actualmente», apunta Cecilia Caruana, psicóloga de Asociación en Defensa
de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (ADANER), en Madrid.
PERFILES DIFUSOS
Este concepto de TCA no especificado hace referencia a personas que
no cumplen estrictamente todos los criterios clínicos para ser
diagnosticados de un TCA puro, pero presentan varias conductas
patológicas propias de ellos. Así, los terapeutas se encuentran cada vez
más trastornos mixtos, incompletos o asociados a otros problemas
mentales.
«Indudablemente, tenemos más volumen en las consultas,
independientemente de las estadísticas, pero lo verdaderamente
destacable es que el diagnóstico y el tratamiento es más complejo porque
nos encontramos cuadros clínicos mixtos y también muchas
comorbilidades; es decir, otras enfermedades o sintomatología mental
asociada al TCA; fundamentalmente trastorno límite de la personalidad y
problemas graves de conducta», dibuja Gustavo Faus, director asistencial
del Instituto de Trastornos Alimentarios (ITA) de Barcelona; un centro
especializado en el manejo de estas patologías.
De esta manera, y según explican los expertos, los tentáculos de los
TCA están empezando a llegar a edades cada vez más tempranas, a mujeres
que rondan la menopausia y a los varones. «En realidad, el grueso sigue
estando en la adolescencia, pero es cierto que el resto de casos va
siendo menos infrecuente», relata José Manuel Moreno, de la Asociación
Española de Pediatría.
Este especialista llama la atención sobre un fenómeno que ha influido
en este cambio de tendencia. «Se ha adelantado la edad en la que los
niños, concretamente las niñas, comienzan a recibir mensajes acerca de
la importancia de tener una imagen, una talla y un peso concretos. Es un
momento en el que la personalidad apenas está empezando a forjarse y
son muy vulnerables».
La escritora Espido Freire coincide en todas y cada una de las
apreciaciones de estos expertos y movida precisamente por estos cambios
decidió escribir un segundo libro al respecto. En el primero, ‘Cuando
comer es un infierno’ (Ed. Aguilar) ahondaba en las causas, secuelas y
testimonios de personas que, como ella, habían sucumbido a la bulimia.
En el segundo, ‘Quería volar, cuando comer era un infierno’ (Ed. Ariel),
Freire refleja esta ampliación de perfiles y la diversificación de
diagnósticos. «Los límites y los estereotipos de los TCA se han roto por
completo. Aunque no esté diagnosticado, prácticamente todos mantenemos
una relación anómala con la comida. El problema es que estamos
medicalizados y si no se presenta el cuadro típico completo no se hace
nada, cuando en realidad, si se dan dos o más conductas juntas hay que
actuar», explica la autora quien, también coincidiendo con el resto de
profesionales, apunta que a pesar de todos estos cambios hay cosas que
siguen igual; para mal.
LA IMPORTANCIA DEL ENTORNO
Según denuncian, la conciencia de las familias, el entorno escolar y
las propias pacientes ha evolucionado a mejor; por eso el diagnóstico
cada vez es más precoz (lo cual es beneficioso). Sin embargo, no ha sido
así en otros aspectos como la presión social sobre el físico, el
desorden alimentario (oferta no saludable, horarios irregulares,
normalización de dietas de riesgo…), la banalización de la cirugía y
otros procedimientos estéticos que te hacen creer que puedes cambiar tu
imagen ilimitadamente y, sobre todo, la percepción que tenemos de lo que
realmente es un TCA.
Y es que aún persiste la idea de que se trata de un problema de
adolescentes o de niñas tontas que aspiran a ser modelos, cuando en
realidad son problemas mentales mucho más complejos que se manifiestan
en una conducta alimentaria anómala, pero que van mucho más allá. Por
este error de concepto, se está obviando a pacientes masculinos o a
mujeres adultas (y mayores), a personas que no tienen problemas de peso
evidentes y a las enfermas que no están curadas del todo. «Una de las
características de estos pacientes es su capacidad de adaptación, así
como su perfeccionismo. Así, si únicamente prestamos atención a su
relación con la comida y a su peso, en cuanto hayan logrado pesar lo
adecuado se les dará el alta, pero el problema seguirá larvado, con el
consiguiente riesgo de cronificación y recaídas», apostilla la portavoz
de ADANER.
Con respecto a los varones, «progresivamente, la presión sobre la
imagen de los hombres está adquiriendo los mismos tintes negativos que
sobre la mujer; aunque a ellos lo que se les exige es machacarse en el
gimnasio para obtener un cuerpo cincelado, lo que a veces les lleva a
obsesionarse con el ejercicio y el control de la dieta, así como al
consumo de sustancias poco recomendables», abunda Ana Isabel Gutiérrez
Salegui, psicóloga especialista en adolescencia y TCA.
El escenario social y familiar está regido por unas reglas perversas
en las que el éxito está asociado indefectiblemente a la belleza
exterior y a la juventud; aspectos que hay que lograr de cualquier
manera y cueste lo que cueste (económica y emocionalmente) porque de lo
contrario «o eres pobre o eres un descuidado», resume Freire.
¿Y cómo se rompe ese bucle nocivo? Además de pedir más atención para
la psiquiatría y psicología infantojuvenil, un acuerdo definitivo sobre
el tallaje, una mayor formación en hábitos de vida saludable, una menor
presión sobre la imagen y el peso corporal, una regulación efectiva
sobre los mensajes publicitarios y sobre los medios de comunicación, una
articulación óptima de los recursos sanitarios, los especialistas
coinciden en un aspecto fundamental que no depende de las instituciones
ni organismos reguladores: dar ejemplo.
UN APOYO FUNDAMENTAL
«Los impactos están ahí y no podemos negarlo. Pero la familia es
fundamental para acompañar y ofrecer una visión crítica que ayude a los
más jóvenes a interpretar la realidad y a ver que la realidad es otra
cosa», argumenta Faus.
La nutricionista María Teresa Barahona, quien está a punto de sacar
un cuento solidario titulado '¡Qué divertido es comer fruta!', enfatiza
este punto. «No podemos pretender que nuestros hijos establezcan una
relación saludable con la comida si nosotros mismos estamos haciendo
dietas milagro por nuestra cuenta, si permanentemente hacemos
comentarios sobre los kilos que nos sobran o sobre el trasero tan gordo
que tiene tal o cual persona; es decir, si nosotros mismos no lo tenemos
asimilado».
De esta manera, ha de haber coherencia entre lo que se dice y lo que
se hace y desterrar la idea de que hay que lograr la perfección absoluta
y sin fisuras, así como eliminar la belleza como único parámetro para
medir la valía de las personas. En definitiva, inculcar otros valores
que no tienen relación con lo puramente físico.
«Incluso en profesiones asociadas a la imagen y a una cierta
frivolidad encontramos ejemplos que nos pueden servir como referente
porque son buenas profesionales, tienen una trayectoria destacable, se
identifican con causas solidarias, son inteligentes… independientemente
de que su belleza se ajuste a los cánones o no; pongamos el foco en esto
y no solo en las tallas o la comida», anhela Espido Freire.