(...) En la mesa también contamos con la intervención de Ana Isabel Gutiérrez. La primera idea que destacó es que si hacemos un computo de los niños y adolescentes que sufren algún tipo de “malnutrición”, que no desnutrición, por malos hábitos alimentarios nos salen unos datos bastantes desesperanzadores.
Así, señaló, entre los jóvenes
el Estudio Enkind (2004) nos sitúa como el cuarto país de Europa en Obesidad
infanto-juvenil, con un porcentaje de niños-adolescentes con sobrepeso del 26%.
Por otro lado, la prevalencia de T.C.A como la Anorexia, la Bulimia o los
T.A.N.E se sitúa en torno a un 3,3% y un 5,5% (Rojo y col 2003, Pelaez,
Labrador y Raich 2007). Si incluimos entidades subclínicas y síndromes
parciales estas tasas se incrementan en mujeres hasta valores próximos al
15-18% (AVALCAB 2007).
RESEÑA MESA REDONDA LA ENFERMERIA EN LA ESCUELA EN LA REVISTA ENFERMERIA
4 de agosto de 2012
Todos estos cuadros, continuó,
están basados en unos malos hábitos, por exceso, por defecto o por conductas
anómalas. Igualmente todos ellos tienen y tendrán en el futuro de estos niños
repercusiones físicas, psíquicas y sociales. Por ello, y ante el gran coste
humano, sanitario y social se impone una política activa de prevención a los
tres niveles, primaria, secundaria y terciaria. La prevención dada la edad de
los sujetos afectados sólo se puede vertebrar su conseguimos aunar los
esfuerzos de los centros sanitarios, educativos y a la familia como encargada
principal de la implantación de los hábitos alimentarios. Los conocimientos los
poseemos nosotros pero la educación en los hábitos sólo la pueden realizar
ellos.
En pocos años, aseguró Ana Isabel, hemos pasado de tener un grave problema
con la Anorexia, la Bulimia y los TANE (cuadros atípicos o incompletos) a tener
un problema aún mayor con la Bulimia, los TANE y la Obesidad. Es evidente que
esto no es sólo un problema de las familias. La escasez de tiempo, la
publicidad engañosa sobre alimentación, el vacío legal en la regulación de
productos para perder peso, el control relativo que se hace de los comedores escolares, la pérdida de los hábitos familiares
unidos al cambio social, y el hecho de que los T.C.A afecta cada vez a edades más
tempranas…todo ello implica un cambio en el enfoque de intervención, debemos
evolucionar para coordinar la labor Sanidad-Educación, convertir a los tutores
y docentes en agentes de Salud y trabajar con las familias en lugar de con el
“paciente-niño”.
Por otro lado, dice, se hace imprescindible
una regulación en materia de publicidad relacionada con la alimentación y de
los productos “adelgazantes”.
En la prevención, afirma, debe
participar todo el mundo. Sanidad, escuela, medios
de comunicación, sociedad y familias. Todo esto debe realizarse de forma coordinada
para no solaparse ni dejar “agujeros”. No se trata de intervenciones puntuales sino
de desarrollar un programa eficaz a largo plazo. Hasta ahora la eficacia de la
Prevención en T.C.A ha sido cuestionada ya que determinadas intervenciones han encontrado
resultados contrarios a los esperados. Cuando se habla de prevenir la aparición
de trastornos alimentarios hay que tener en cuenta que hablar de los trastornos en sí no evita que se caiga en ellos. Porque la información no cambia la
conducta.
Recordó también que existen proyectos muy buenos en nuestro país, pero
incomprensiblemente, que un proyecto tenga resultados positivos no implica que se plantee realizarlo en la comunidad de al lado. “Y eso es un fallo, el “pionerismo”
en materia de salud está haciendo mucho daño, si todos trabajáramos en la misma
dirección para mejorar las iniciativas existentes y para coordinarnos en lugar
de competir podríamos avanzar muchísimo”.
En Salamanca, destacó, existe
el programa desarrollado por el equipo de Marta Manzano García que está desarrollando
una intervención en Salud que abarca muchos más campos además de los T.C.A, ese es un ejemplo de programa a imitar e
implantar en otros lugares.
Y es que queda un largo camino por recorrer a la profesión enfermera en este
ámbito. La primera pieza es la formación específica. Los trastornos alimentarios
son muy complejos y su detección e intervención a veces resulta muy, muy
difícil. Hay que trabajar con conocimientos específicos y con habilidades propias de la
psicología, sin contar con que no trabajamos con un “paciente”, sino con menores
y que tenemos que incluir a la familia en la intervención ya que sin ella, bien
sea porque hay que enseñarle o porque ellos mismos tienen que cambiar muchas
cosas, es inviable.
Por otro lado, la implantación
de la Enfermera en la Escuela sería un avance en el terreno de la Intervención
TCA, es un profesional idóneo para coordinar Centro de Salud y Colegio, detectar posibles casos, plantear la derivación a especializada
y seguir el control de los menores en tratamiento.
La reseña completa de la mesa redonda la puedes encontrar aquí
Suscribirse a:
Entradas (Atom)